La música para el cambio social es un campo que tiene un enorme potencial, pero que no se ha aprovechado plenamente debido a una paradoja central: la dependencia habitual de prácticas musicales y educativas que tienen poco que ver con el cambio social. Agrigento, una asociación creada en 2020, aborda esta paradoja financiando a investigadores, educadores y músicos que replantean las prácticas establecidas y las ideas recibidas con el objetivo de mejorar la labor de la música como acción social.
Reforzar el diálogo entre la investigación y la práctica es una de nuestras principales preocupaciones. Muchos de nuestros aliados son a la vez educadores musicales, músicos, e investigadores: ellos encarnan esta conexión. En 2021, reforzamos este aspecto de nuestro trabajo financiando cuatro “comunidades de conocimiento” en Colombia, Brasil, Mozambique y Estados Unidos. Se trata de redes de educadores musicales e investigadores que buscan profundizar en las conversaciones en torno a la música para el cambio social en sus respectivos países, compartiendo ideas y prácticas que pueden ser nuevas o antiguas pero que difieren de la norma. Sonido Colectivo es la comunidad en Colombia.
Nuestra esperanza es que las comunidades de conocimiento combinen reflexión y acción, pero potencialmente con un equilibrio diferente al habitual. Nos inspira el trabajo crítico de Ben Ramalingam sobre el desarrollo (Aid on the Edge of Chaos, 2013), en particular su llamado para que el sector de la ayuda exterior se enfrente a nuevas formas de pensar en lugar de modificar las prácticas convencionales. Ramalingam describe la ayuda exterior como una esfera de actividad altruista que se ha visto comprometida por una mezcla de acción audaz y reflexión limitada – una crítica que es altamente pertinente para la historia de la acción social por la música. Su visión invierte la ecuación: está marcada por un pensamiento más audaz y una acción más cuidada.
Las raíces de la colaboración entre Agrigento y Sonido Colectivo se remontan a mi investigación personal sobre la acción social por la música, que comenzó en 2008. Emprendí un proyecto de investigación sobre el programa orquestal venezolano El Sistema, que dio lugar al libro El Sistema: Orchestrating Venezuela’s Youth (Oxford, 2014). En el transcurso de este proyecto, me volví cada vez más crítico con el modelo dominante del campo. Comenzó en Venezuela, pero posteriormente se extendió a muchos países de todo el mundo, incluida Colombia, donde ha sido muy influyente (dando lugar a programas como Batuta, el programa educativo de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, y Tocar y Luchar). En 2016, empecé a formular un proyecto de investigación para examinar el desarrollo de este modelo en Colombia, centrándome en la Red de Escuelas de Música de Medellín. Después de un año de investigación sobre el terreno, escribí Replanteando la acción social por la música (Open Book, 2022), que exploraba tanto las transformaciones existentes como las posibles transformaciones futuras del modelo.
En el transcurso de esta segunda investigación, conocí a varios investigadores-educadores-músicos colombianos que, a su manera, habían llegado a cuestionar las normas de la acción social por la música o de la educación musical en general. Me inspiré en sus perspectivas, que me ayudaron a dar sentido a mis propias experiencias en Medellín. Cuando algunos de ellos empezaron a unirse como Sonido Colectivo, poco después de la creación de Agrigento, una alianza más concreta cobró mucho sentido.
En la actualidad, Colombia representa un terreno fértil para el objetivo central de Agrigento de promover nuevas ideas y prácticas en la música como acción social. Existe un amplio y bien establecido campo de música y transformación social. También existe una rica variedad de músicas colombianas que han desempeñado un papel limitado y subordinado en el desarrollo de este campo. Los esfuerzos por desarrollar pedagogías distintivas de la música comunitaria han sido de pequeña escala y han tenido poca influencia a nivel nacional. Y hay figuras dinámicas y críticas, como los miembros de Sonido Colectivo, que comprenden la necesidad de cambio y están tomando acciones pertinentes. En resumen, hay mucho trabajo por hacer, hay rutas obvias que seguir y hay personas con la capacidad y el compromiso para hacerlo. En Agrigento, vemos Sonido Colectivo como un laboratorio de pensamiento y prácticas en la música como acción social con el potencial de cambiar la conversación en Colombia.
La aparición de Sonido Colectivo no sólo es necesaria, sino también oportuna. Con el cambio de gobierno en 2022, la política musical colombiana está en movimiento, pero los primeros indicios apuntan a que se está moviendo, al menos en algunos aspectos, en una dirección equivocada. Este es un momento en el que es vital una reflexión seria sobre el pasado y el futuro de la acción social a través de la música. También es esencial el diálogo entre el gobierno y los expertos en educación musical y cambio social. El sector musical, y en particular su rama de investigación, necesita unir fuerzas para llamar la atención del gobierno. Sonido Colectivo ya es un paso en esta dirección y podría desempeñar un papel importante en este sentido, si el Ministerio de Cultura está abierto a este diálogo.
Independientemente de lo que ocurra a nivel político y de debate, los recientes acontecimientos no hacen sino subrayar la importancia de profundizar y ampliar la reflexión crítica sobre la acción social por la música y de imaginar y explorar alternativas viables que reflejen el pensamiento del siglo XXI sobre la cultura y el desarrollo.
Geoff Baker, Oxford, febrero de 2022